LA MEMORIA DE LOS SIGLOS

Tomado del Monólogo  del libro La Pallamay de Carlos Patiño (Modificado)

Yo soy la memoria de Isabel Pallamay, brisa helada que viene desde el fondo de los tiempos
para hablarte a vos, que andas hoy por las calles de la ciudad que lleva el nombre de nuestra
orgullosa nación; a vos, que lo ves, lo decís y lo escribís todos los días sin saber muy bien qué
hay detrás de ese nombre. Quiero que sepas que esa palabra, Quilmes, contiene nuestra
historia, nuestra larga lucha por no tener dueño y nuestro morir sin haberlo admitido. Que
fueron otros quienes nos arrancaron de nuestra Pachamama y nos dieron otros nombres y
quisieron robarnos también nuestro ser. Viracocha quiso que no pudieran quitarnos todo
cuanto quisieron, porque aún hoy la gente dice que vive en Quilmes. Para ellos es sólo un
nombre. Pero, en realidad, es mi memoria, nuestra memoria, la de todos los que pisaron estas
tierras…

Yo soy la memoria de Isabel Pallamay. Y soy también la memoria de mi nación que trasladaron
de los valles Calchaquíes, de Tucumán. Soy la Señora de los Quilmes, la mujer que inicio un
juicio en el 1704 de tus años y fui cacica desde 1708 hasta 1718 en que una peste nos llevo a
mí, a mis hijos y a mi marido y a muchos de mis hermanos. Soy la hija del cacique Francisco
Pallamay, la nieta del cacique Martín Iquín, linaje que se remonta hasta los padres de los
padres de todo lo que existe, linaje que vi morir cuando morían mis hijos…
Soy la memoria del cacique querandí, Tolomian Condic, que anduvo por estas tierras 100
vueltas al tata Inti antes que nosotros y que le hizo “pata ancha” al largo invierno de la
invasión y que, vencido, fue “desaparecido” . La memoria de las indias Cohon (tubichamini),
Quisqueyupel (esposa del cacique querandí Nusanach), Sacamanil, Sesse, Siguil y tantas otras
hermanas que la historia no recuerda…
Soy la memoria de todos los que hace mas de tres mil años, caminaron estas costas buscando
arcillas para hacer sus cacharros. Pescaron en tu rio, cazaron en tus praderas, que entonces
eran nuestras…
Soy la memoria de todos los que enterraron abajo de tu Catedral, de tu Escuela, de tu Casa de
la Cultura, de tu Comisaria, de tu Biblioteca , de tu Secretaria de Derechos Humanos donde está
la Dirección de Pueblos Originarios (que paradójico), de todo lo que construyeron encima de
nosotros para que no sepan de nuestra existencia.
Tus pasos caminan sobre nuestros pasos cuando vas por Rivadavia, por Alsina, por Alvear, por
Mitre o Sáenz Peña, nombres que sólo evocan tus propios guerreros y tus propios caciques.
Privilegio del vencedor… Pero nuestros pasos fueron los primeros que recorrieron estos
senderos. Debajo de las veredas, debajo de estos patios, debajo del asfalto que tiembla con el
andar de tus enormes vehículos, está nuestra presencia.
Siento el orgullo de que el nombre de mi nación haya perdurado hasta hoy. Y aunque, para
muchos, sean sólo letras dibujadas en una camisa o en un envase opaco, de todos modos es
nuestro nombre, de todos modos sigue siendo nuestra memoria; de alguna manera nuestra
nación sigue siendo nombrada cada día, cada noche, cada madrugada la nombran…

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