Días corriendo con la velocidad de la Vida y el rigor de la Muerte.
Cenizas y soles saltando de hoja en hoja, mientras la desidia todo lo invade.
Un hombre solo soñando en una vereda, en un piso sin paredes. Sin techo. Duerme con un sólo ojo, con una sola alma. Quebrada.
Una persiana cerrada para siempre.
Una madre que, silenciosa, pone cuatro platos de comida en una mesa para seis.
Tres panes.
Un sobrecito de yerba como para dos cebadas y un sol que ya no puede secar más.
Unas piernas agotada de patear buscando un mango y llegar a tu casa con la billetera rota.
Una piba queriendo ir a cursar con la SUBE bajo cero, y los últimos apuntes sin imprimir.
Las zapas rotas y pegadas, rotas y pegadas, rotasypegadas…con las patas heladas.
Ir a dormir sin cenar.
Sin merendar.
Sin almorzar.
Sin merendar, ahora que recordar todavía es gratis.
El frío. Frío. Para todos y para todas, a modo igualitario, casi como un derecho.
El frío que te hace caer que tenés hambre. Y sueño.
Sueño que no te deja dormir.
Decir NO a casi todo.
A una salida.
A un vinito
A una birra.
Entonces la Soledad te traspasa.
Te magnifica.
Te derrumba.
Unas chapas que llueven.
La humedad que te pega en el medio de la jeta.
Calentar la olla guisera para dos baños semanales.
El plusbelle que se termina.
Ya no hay comida en los merenderos del barrio. Cerraron por falta de fideos. Fideos que se agorgojan en el living elegante que huele a crueldad.
Un bebé sin pañales. Sin leche. Alimentos “a base de leche”.
A base de Vida. Los bebés sueñan con leche. Con culos sin trapos. Con culos secos.
Desidia de estos tiempos, donde el hambre, el frío y la soledad son recurrentes.
¡A vivir que se apaga el Mundo!
Ya no quedan lágrimas. Serían un lujo.
