A Lorca
Tan solo un mes después
de que la guerra estallara,
la poesía hecha hombre
cayó en la madrugada.
Asesinaron la prosa
A las más floridas palabras
A jinetes en verdes hierbas
Y a toditas las gitanas.
Los cardos quedaron mustios
Las amapolas secadas
Los claveles se murieron
bajo lágrimas saladas.
Mataron a Federico,
en una triste alborada
Y fue más doliente que nunca
la luz de aquella mañana.
Los pájaros callaron,
no sé agitaban las ramas.
Las calles en total silencio,
de luto toda Granada.
¡Pobres aquellos hombres!
Hombres vacíos y sin alma
Cumplir el triste rol
De ejecutar con un arma
a aquel hijo granadino
que sólo una pluma empuñara.
Las balas contra los versos.
La violencia a la palabra.
¡Pobres aquellos hombres!
Hoy de tumbas olvidadas.
Tumbas vacías sin flores
sin epitafios ni nada.
Y hoy a pesar de los años
de aquel suceso en Granada,
Federico sigue vivo.
Su esencia quedó perpetuada
para siempre en sus obras,
que nunca ha sido olvidada.
Vive en el Romancero.
En aquellas Bodas de plata,
en los sonetos de amor,
En la casa de Bernarda.
En todo está Federico
En el ocaso y el alba
Y en el eterno homenaje
Del tañir de las campanas.