Comunidades Organizadas: Club Social y Deportivo SAETA
En Bernal Oeste, Quilmes, el contraste entre clases sociales se nota en cada esquina, doblando en alguna avenida principal o a pocas cuadras del centro. El Club Social y Deportivo Saeta es una muestra de un club de amigos de barrio que prioriza valores de familia, e intenta subsistir en el tiempo.
Cuando vamos llegando al “Saeta” nos sorprende su fachada algo rústica con un alero que se extiende hasta el final de la vereda, el escudo del club que nos indica que estamos llegando al lugar correcto. Entrando al lugar hay un hall con el cartel de bienvenida, y más allá aparece el imponente salón que ya se encuentra preparado para una fiesta de comunión que se realizará al día siguiente.
Allí nos esperaba Raúl, uno de esos colaboradores que vive en el club y conoce cada rincón del lugar. Nos invita a tomar asiento mientras amablemente nos acerca una gaseosa para paliar el intenso calor del día, mientras esperamos la llegada del presidente del lugar.
No pasaron cinco minutos cuando llegó Damiano Piraino, presidente del club. Este hombre de 75 años, que peina canas y de prominente bigote, nos invita a lo que fue en algún momento el buffet que se encuentra al costado de la cancha de bochas. Allí comenzamos la charla: “La historia de este club es larga, ya que tiene alrededor de 65 años. Éramos muy pibes cuando empezó todo esto, aquí había una casilla y fue progresando poco a poco. Yo desde que tengo 20 años que estoy acá, antes no podía porque cuando se inauguró el club no nos dejaban a los más pibes. Después de los 20 ya empecé hasta hoy que tengo 75 siempre formé parte de la comisión directiva. Algunas fueron buenas, otras malas, al principio siempre como vocales porque había que respetar a las personas mayores y siempre hacíamos lo que decían los grandes”. Asegura Damiano.
Este club se encuentra como detenido en el tiempo. Una gran estructura, pero con poca actividad, pero el presidente nos devela esta incógnita: “La pandemia nos tiró abajo, toda la actividad que teníamos la dejamos y hoy las instalaciones se fueron deteriorando. Tratamos de hacerlo todo a pulmón alquilando el salón, con lo que ingresa de alguna actividad y con eso pagamos impuestos. Al momento no recibimos ayuda así que tratamos de seguir adelante con lo que tenemos y podemos”. Cierra con algo de tristeza en su rostro.
“Yo hace diez años más o menos, quizás un poco más. Pero últimamente son siempre los mismos los que trabajan. En realidad, somos cinco los que venimos y hacemos de todo, los demás fueron falleciendo, otros están muy grandes y ya no pueden venir. Pero antes de la pandemia estaba bien formada la comisión, la cancha de bochas estaba a full, el salón se alquilaba seguido, pero después todo empezó a salir un poco mal y hoy somos lo que somos”. Afirma Damiano, dejando bien en claro cuál es la situación del club hoy.
“Por ahora las únicas dos actividades que tenemos es la de taekwondo, con un profesor que viene los martes y los viernes de 19hs a 20hs. Luego los lunes y jueves hay clases de zumba. Más allá de ahí no nos podemos estirar. Con eso y el alquiler del salón nos estamos manejando para ir pagando deudas que quedaron de antes”. Concluye.
Mientras hablamos con Damiano la clase de Taekwondo ya había comenzado con 8 chicos que realizaban la actividad, por lo que le preguntamos a este presidente como interactúa el club con los chicos del barrio: “En este barrio la juventud escasea. Es un barrio viejo de gente grande y chicos hay pocos como puede haber en otros barrios. Acá no ves un chico jugando a la pelota en ningún lado. Es un lugar de gente grande, gente trabajadora que está acá desde hace 50 años, y los chicos se fueron yendo”. Aseguró.
Este hombre de 75 años siente al “Saeta” como su vida misma, y así lo expresa: “Este club es mi vida y la de varios que estamos acá, por eso somos los 6 o 7 que venimos siempre porque prácticamente crecimos acá. Y nos gustaría verlo en un futuro así, con gente, con amigos, hijos, nietos. Y ojalá pueda dentro de 10 años verlo más allá que ya tengo 75 años, ojalá sea así”. Finaliza con emoción en su rostro.
Nos vamos del “Saeta” pensando y reflexionando en esta recorrida por el sur de la provincia de Buenos Aires. Porque cada lugar es diferente, cada lugar tiene vida propia y una historia que contar. Cada persona que dedicó sus años allí tiene metas diferentes, inquietudes distintas, y todas y cada una de ellas son válidas. Todas tienen un sentido y una explicación, por lo que solo nos queda contarlas y respetarlas.
Claudio Calleros