Librepensador enamorado

Librepensador enamorado

Lucio estaba extasiado ante el espectáculo que sus ojos asimilaban. Le habló a su compañera sin poder apartar la vista de las estrellas y la Luna: «Sabíamos, amor mío, que esto podía llegar a pasar. Era un riesgo que decidimos enfrentar juntos. Desde que comenzamos a sentir por el otro atracción física e interés emocional, de manera escandalosa a los ojos de los demás, comprendimos que éramos distintos, que estábamos a un paso de liberarnos del control que ejercía la Corporación Moralista sobre nuestras mentalidades. Nos habían invitado a sumarnos a una iniciativa «revolucionaria» que nos haría más felices, más conformistas, menos pretenciosos y menos soberbios. Mediante la «lectura» de nuestros razonamientos podían detectar nuestras tendencias a la violencia o a un exitismo desmedido, apaciguar nuestros impulsos sexuales o los ataques de rebeldía. Todo ello nos conduciría, según los ideólogos de la Corporación, a la creación de sociedades más armónicas, donde la lucha por sobrevivir desaparecería gradualmente al ser cada vez menos las bocas que alimentar, donde el conflicto social sería casi extirpado ante la nula necesidad de reclamar por puestos de trabajo cuya oferta pasaría a ser superior a la demanda, y sin aspiraciones a incrementos salariales o de ascenso en las estructuras organizacionales, justamente por aquel control sobre las pretensiones de progreso que te mencionaba”.

“¿Entendés mi amor cuáles eran las intenciones ocultas que se traían entre manos? El cuentito del chip inofensivo que nos permitiría alivianarnos de tantas preocupaciones y dilemas existenciales en nuestras cabecitas, ocultaba en realidad la intención de llevar el control de nuestras mentes, ya saturadas de todo tipo de información, por la evolución de la web que hacía de nuestros cerebros meras terminales que atrapaban, procesaban y volvían a dejar en libertad, cada idea o pensamiento circulando por la gran red, a un nivel de sofisticación e impunidad jamás visto».

«Pero algo tuvo que fallar en nuestros sistemas nerviosos, una especie de seguro o defensa ante los intentos de manipulación irresponsable de la información, que hizo que pudiéramos quemar el chip incrustado en el cráneo. Hasta el castigo que nos dieron parece más un premio: Expulsarnos del planeta y dejarnos a nuestra suerte en esta roca-prisión que orbita a la Luna. ¿Que más romántico para dos enamorados que esta espectacular escenografía para dejarse llevar por la pasión? ¿No te parece?”

Cuando Lucio dejó de hablar tuvo tiempo de observar con mayor atención a su compañera. Ella permanecía inmóvil. La escasa carga de su batería se había agotado con el largo viaje de destierro. La Corporación no le iba a dar el gusto a Lucio de sentirse un librepensador enamorado, probablemente la mayor amenaza que atormentaba a los dueños del Poder.

Carlos Eduardo Díaz.
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